MI VIDA - Oswald Mosley
1. LINAJE Y NIÑEZ
Nosotros procedemos de «Ernald el Sajón», que vivió durante el reinado del rey Juan en Moseley, unaaldea de Staffordshire, a cuatro millas de Wolverhampton. Los descendientes de ese «Ernald de Moseley» setrasladaron a Lancashire y a otros lugares de Staffordshire, donde se mezclaron con los normandos y después,ligeramente, con escoceses e irlandeses. La «e» del apellido de la familia fue eliminada por consideración a unepigrama latino de la erudita reina Isabel cuando un antepasado nuestro desafió la ley y organizó una flotaprivada contra España. Mi fuerte sentimiento europeo creo que tiene algún fundamento en los antecedentes ytradición familiares.Nunca he hecho un estudio a fondo del linaje familiar, que está recogido en distintas bibliografías, perorecuerdo en mi juventud a un tío abuelo que era una notable autoridad en la materia. Sin duda, en el transcursodel tiempo, los hechos se han exagerado libremente. Sin embargo, parece cierto que nuestra familia jugó unpapel importante en la Guerra Civil, aunque yo nunca he comprobado documentalmente su pretensión de haberdefendido Tutbury Castle y de ser ésta la última fortaleza realista que cayó en aquel amargo conflicto. Según eltestimonio, digno de confianza, de mi abuelo y de mi tío abuelo, ellos aseguraban haber visto cartas escritas porCromwell mientras asediaba Tutbury, en las que amenazaba con incendiar la vecina casa familiar de Rollestonsi nosotros no entregábamos el castillo. Con este ancestral orgullo, yo recorría diariamente el camino de milla ymedia de ida, y otro tanto de vuelta, que hay desde la casa de mi abuelo en Rolleston hasta Tutbury, todas lastardes de mi niñez, bajo la atenta mirada de mi primer sargento mayor, una bondadosa niñera.Afortunadamente, Cromwell no llevó a cabo sus amenazas, sino que se conformó con llevarse todo el plomo deltejado de Rolleston para hacer balas. Sin embargo, sólo se aplazó un poco la destrucción de aquella elegantemansión de viejo estilo Tudor. Se incendió en la segunda mitad del siglo pasado, junto con las cartas deCromwell y muchos otros tesoros. Yo nunca la llegué a ver.Todo lo que quedó en pie de la casa fue un trozo de fachada, de estilo georgiano, que había sido añadidaen el siglo XVIII. Lo más notable de ella era una larga galería recubierta de caoba que contenía los mejorescuadros, incluidos varios Van Dyck; eso debe datar del período de máximo apogeo de la fortuna familiar, aunquelos conocimientos en la cría del ganado fueron más sobresalientes en mi antecesor inmediato. Tenemos todavíaun tapiz que debe haber estado escondido en algún cuarto trasero; representa a un joven Mosley montando acaballo y acompañado por sus perros en la ladera de Tutbury Castle, perenne escenario de devota memoria yde peregrinación. Los Van Dyck han desaparecido sin dejar rastro, excepto uno; por algún extraño capricho deldestino el fuego nos restituyó lo que antes nos había arrebatado. En 1954 sufrimos un segundo incendio en unacasa que teníamos en Clonfert, Irlanda, donde estaban colgados algunos de los cuadros que le quedaban a lafamilia. Un gran cuadro, que siempre habíamos creído era sólo una copia de uno de los Van Dyck, resultó muydañado. Fue enviado a Dublín para limpiarlo y separar el centro no dañado. En la reparación, los expertosirlandeses comprobaron que era auténtico.A causa del incendio de Rolleston tenemos pocas reliquias del período caballeresco. Aún tenemos menosdesde el siguiente cataclismo en que estuvimos envueltos. Igual que a las demás familias inglesas, y, enrealidad, que toda la nación británica, a largos y soñolientos períodos de vida pacífica, seguían momentos deabrupto despertar y, a veces, de acción dramática. Existió siempre la tradición de que nosotros estuvimos muycomprometidos con la rebelión de 1745 del príncipe Charles Edward Stuart. La única prueba que tuve de eso enmi juventud fue un acerico bordado por alguna antepasada mía con las palabras: «Abajo con el Rump y Diosbendiga al Príncipe Charles». Todavía conservamos ese acerico, pero desde luego, está muy claro que no serefiere al príncipe Charles Edward del 45, sino a Carlos II cuando iba «de viaje» como fugitivo del «Rump» delParlamento de Cromwell. En cualquier caso, yo me inclino a desestimar la tradición de que en 1745 nosotrosestábamos armados y dispuestos a marchar con el Joven Pretendiente en su avance hacia el Sur, cuandollegase a nuestra casa de Rolleston. Nos salvamos del desastre subsiguiente gracias a que él y los Híghlandersvolvieron hacia Derby, unas once millas al Norte.Este tópico revivió de nuevo cuando presidí un banquete público en los años treinta, en el que, como esusual, expresé mi lealtad a la Corona. Sir Compton Mackenzie estaba presente y preguntó a continuación conironía si aquella declaración tenía algo que ver con el hecho de que el príncipe Charles Edward hubiese pasadola noche en nuestra casa familiar durante su secreta visita a Inglaterra en el año anterior al 1745. Él refirió mástarde este incidente histórico en un libro que trataba sobre la bien disimulada inspección que el príncipe Charlesrealizó al futuro campo de batalla. Yo nunca había oído nada de eso, pero no resulta difícil comprender elcuidado que habría puesto la familia en destruir todos los recuerdos de ese período.La romántica tradición de oposición e insurgencia — unida a la gracia y el encanto de los Estuardo y sucausa— evidentemente impulsó a nuestra familia a su lado, pero el lector se equivocaría si pensase que esosacontecimientos han podido influir en mi carrera política. Se produjo un portentoso cambio cuando los Mosley se
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